Emociones tejidas en cuentos

Los cuentos como Terapia.

A través de los siglos y en todas las culturas, los cuentos han surgido como algo espontáneo dentro del proceso humano. Los niños de todas las épocas y lugares han disfrutado y palpitado ante los cuentos. Cuentos, que, al ser repetidos una y otra vez, han llegado a transmitir, divertir, imaginar, reír, llorar, enseñar, reflexionar. Todos los adultos hemos sido niños y hemos oído cuentos e historias fantásticas, pero con el paso de los años, vamos anulando esta magia creativa, pero no así nuestra emoción.

De pequeños conseguíamos con ellos un patrón, nos convertían en una caperucita roja o en una bella durmiente, o una cenicienta o en príncipes convertidos en sapos, y capitanes trueno, etc.

Ahora de adultos los cuentos nos pueden servir de pautas, nos facilitan la posibilidad de seguir creciendo, nos ayudan a descubrir cuál es nuestro cuento, pudiendo tomar una idea clara de cuál es la trayectoria y su desenlace y si el guión de vida es de tu interés o prefieres cambiarlo o elegirlo libremente. Así es como en mis sesiones comencé a utilizarlos, cuentos creados por la persona y para su caso, que invitan a la reflexión y luego, al dialogo, también a la observación de las situaciones y sobre todo ello, a las emociones.

Son historias que encuentran el camino por sí solas.

Aquí dejo para el deleite de quién lo lea y con el permiso de una de mis pacientes, con la alegría y la emoción que nos acompaña a ambas, la historia de Isi hilada y tejida por Laura y que corteja la transformación de una ansiedad, en un nuevo pasaje.

La historia de Isi, la buscadora de flores

Había una vez una niña que se llamaba Isi. Vivía en un pueblo cerca del mar, muy bonito. Era una niña muy soñadora, le encantaba pasear y viajar con la mente, y mientras lo hacía siempre recogía algunas flores que encontraba por el camino y hacia pequeños ramos para su madre, su padre, sus abuelos incluso para sus vecinos. Isi creció rodeada de amor, por su familia, sus, padres, sus abuelos y sus hermanos a los que ella protegía mucho. Gracias a ellos, ella se consideraba muy fuerte, valiente y con capacidad de enfrentarse a cualquier reto; lo único que la detenía a veces eran, como su nombre indica: los “y sis”: “¿y si no me sale bien?”, “¿y si no le hubiera dicho esto?”, “¿y si hubiera hecho lo otro?”

Cuando Isi tuvo edad para tener una profesión, no le hizo falta pensar mucho, tenía claro que quería ser florista: buscar las flores más bonitas y hacer obras de arte con ellas para compartirlas con el mundo. Lo llevaba dentro y sabía que podía conseguirlo. Así que se armó de valor y se lanzó a la aventura. Era difícil, ya que no había una formula exacta para encontrar flores, simplemente debía ser muy persistente y guiarse por su intuición.

Empezó explorando las zonas más cercanas al pueblo. Primero iba un poco perdida pero enseguida encontró flores muy inspiradoras que le ayudaron a confiar en ella. Hizo una exposición para sus vecinos y amigos, los cuales quedaron maravillados con las cosas que Isihacía con esas flores: cortinas, sombreros, alfombras…

Aunque estaba contenta, Isi sabía que había más gente haciendo eso en la ciudad, y que de alguna manera debía mejorar y aprender para ser una de las mejores floristas. Se documentó y descubrió que los grandes floristas, tenían cada uno una flor especial que los diferenciaba de los demás y les daba la personalidad y el prestigio. Así que Isi lo vio claro, debía encontrar una flor muy especial, una que no fuera común, que sus colores fueran diferentes, una flor que pudiera estar a la altura de una gran florista. Esto comportaba alejarse del pueblo ya que allí ya había visto muchas especies y ninguna era lo que ella buscaba, y aunque le entristecía separarse de su familia sabía que era lo mejor.

Isi reunió a la familia y les comunicó su propósito, al día siguiente se iríay en cuanto tuviera la flor volvería. Su abuelo, antes de despedirse, le dio algunos consejos:

“ anda siempre hacia donde se ponga el sol para tener más luz en tu camino; marca siempre tus pasos en algunos árboles o rocas para poder regresar cuando quieras; ypárate de vez en cuando si estás cansada del viaje, tranquila, quieta no te pierdes y tal vez encuentres más”

Con su mochila y todo ese amor y apoyo Isi emprendió su viaje con la salida del sol en busca de su flor, LA FLOR, una flor que Isi tenía en la cabeza como una imagen borrosa aún.

Pasaron algunos días eIsi aún no había encontrado LA FLOR. Sus ganas seguían, pero al no tener lo que esperaba su motivación iba menguando y poco a poco empezó a dudar: “¿Y si esa flor no existe, ¿y si no se encontrarla?” ¿Pero que iba a hacer,volver a casa sin nada? Eso sería un fracaso para ella y tenía la intuición de que estaba en algún lugar. No se rindió y siguió andando y de paso iba recogiendo algunas flores conocidas, algunas desconocidas que encontraba por el camino para distraerse: hacia pequeños ramitos y los dejaba encima de piedras o atados a los árboles para marcar el camino de vuelta.

Un día Isi anduvo mucho, casi corría, ni siquiera paró a descansar, tenía prisa, estaba impaciente y quería LA FLOR ya, no quería esperar más. Pero de repente se encontró con una montaña no muy alta, pero difícil de pasar, y la única forma de continuar era escalándola. Con la prisa, Isi aunque con cierto miedo se lanzó a escalar, sin pensar como lo haría, pero cuando había subido un poco se dio cuenta de que estaba muy cansada y que no podía seguir, pero estaba a mitad y mirando hacia abajo ahora le daba mucho miedo, se estaba haciendo de noche, había calculado mal.

Los “y sis” empezaron más fuertes que nunca “¿ Y si no puedo seguir?, ¿y si nadie me encuentra aquí sola?¿ y si me caigo aquí?,¿ y si no debería estar aquí?, ¿y si fuera más valiente?, ¿ y si me sudan las manos y me resbalo?¿ y si la flor no existe y estoy perdiendo el tiempo de mi vida?, ¿ Y si me hago vieja sin encontrarla?, ¿ Y si no soy tan buena como esperaba?¿ y si soy normal y corriente sin ningún don como dicen? ¿Y si nunca más confío en mí?¿ Y si nunca hubiera empezado este camino?“ Pero de repente Isi recordó las últimas palabras de su abuelo: “Párate de vez en cuando si estás cansada del viaje, tranquila, quieta no te pierdes y tal vez encuentres más”. Isi se tranquilizó, y pensó que en ese momento la flor le daba igual, lo que era importante era estar a salvo lo antes posible antes que se pusiera el sol, así que con un gran esfuerzo y valentía buscó con la mirada algún sitio donde resguardarse. Encontró una cueva un metro por encima de ella y aunque estaba aterrorizada, temblando, con el corazón acelerado y con la sensación de perder el control; entre lágrimas hizo un último y gran esfuerzo para llegar hasta aquella cueva.

Cuando llegó y pudo sentarse y sentirse a salvo lloró. Lloró mucho por la tensión, echaba de menos a su familia, y pensaba en esa niña soñadora que disfrutaba con los paseos, que disfrutaba haciendo caminos y recogiendo flores sin esperar nada más que disfrutar, que sentirse viva haciéndolo. Con estos pensamientos se quedó dormida de agotamiento.

Cuando se despertó apenas estaba saliendo el sol, y al abrir los ojos y mirar hacia afuera descubrió el amanecer más hermosos que jamás había visto, el sol filtrado entre las nubes disparaba rayos hacia todas partes dibujando así una especie de flor, una flor brillante que iluminaba el cielo de color violeta y rosado y que daba calor y emocionaba. Isi, sintió que eso era parte de ella en ese instante, esa era LA FLOR! Aunque no la pudiera mostrar a nadie como un trofeo, ella sabía que la acompañaría para siempre para darle fuerza y confianza. Se dio cuenta de que había estado demasiado centrada en una flor como ella la imaginaba y que no había mirado más allá, ni se había dado el tiempo para contemplar todo lo que la rodeaba, la flor estaba en todas partes ahora en forma de luz.

Isi sonrió, cerró los ojos respiró ese momento y dijo “es hora de volver a casa”. Salió de la cueva y calculó la mejor manera de bajar de allí antes de hacerlo, de forma práctica y valiente. Y lo consiguió sin un rasguño.
Gracias a los ramitos que había ido dejando por el camino Isi, podía volver a casa sin problema. Cuando veía uno lo cogía, miraba el sitio, recordaba el momento en el que había pasado por allí, lo que le había costado, se guardaba el ramillete y seguía. Cuando Isi cogió el último cerca del pueblo, el primero que había puesto de ida, recordó la ilusión que tenía al principio, las ganas, la fuerza y decidió retomarlas para continuar, pero ahora sumadas a una experiencia inolvidable y una sabiduría mucho más grande, una visión del mundo más amplia.

Estaba atardeciendo cuando llegó a su casa, su abuelo la esperaba en el jardín, sentado en un balancín fumando pipa y al ver entrar a Isi le sonrió y le dijo: “ Sabía que encontrarías lo que buscabas!” Ella extrañada le dijo que ¿cómo lo sabía? Y el abuelo le contestó: “ te fuiste con las manos vacías y mira ahora! Tienes un precioso ramocón flores de mil colores y formas! Me alegro que no hayas decidido quedarte solo con una, así eres más rica!” Isi no podía creer lo que había pasado: no era lo que esperaba, era mejor! Y sin “Ysis” determino a su abuelo: Si, abuelo, ahora sé que es todo el camino, todo el recorrido; con cada una de sus etapas, de las experiencias, de sus flores; el que me ha dejado encontrar lo que buscaba!

Y el abuelo concluyó:”Isi, tu eres la flor que marca la diferencia, que te hace especial y única. Disfruta y deja que la vida te muestre y te aporte aún más vida. ¿Entramos en casa?”

Isi respirando felicidad y emocionada solo contestó “Si, abuelo, vamos a casa”.

Laura Palmero
06.11.2013

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