El dolor producido por la pérdida de un ser querido es una de las experiencias más duras que los seres humanos tenemos que vivir. Vivir una pérdida es poder sentir nuestro más profundo vacío, y aunque sepamos que es una ocasión para crecer, nos conecta directamente con el dolor más profundo del ser y el propio vacío de nuestra existencia. Sabemos que podemos superar ese dolor pero el proceso y el camino a seguir puede ser lento, ya que aceptar dicha situación y comprenderse a uno mismo lo que está viviendo emocionalmente, no es fácil para nadie. Así que para crecer y comprenderse en este vacío del duelo, primero es necesario tomar consciencia del momento que estamos viviendo y no temer a no superarlo. No luchar contra el dolor, ya que tiene su función y cuando no ofrecemos resistencia a nada de esto, es cuando ocurre una transformación.

Pero hoy especialmente no quiero hablar de los duelos o distintos tipos de duelo, hoy quería traer al Blog, los duelos por las pérdidas que corresponden a la de un hijo, estas pérdidas tan emocionalmente inadmisibles.

“Antes de que fueras concebido, ya te deseaba.
Antes de que nacieras ya te amaba.
Antes de que tú estuvieras aquí por una hora, yo moriría por ti…
Ese es el milagro de la vida….“

Mareen Hawkins

El dolor de una pérdida gestacional puede ser muy traumático ya que son muchos factores que influyen en dicha ilusión, la creación de un nuevo núcleo familiar, las aspiraciones de ser padres, un cambio en nuestras vidas, construir un futuro para ese bebé, etc. Y aunque el bebé no haya nacido, ya formaba parte de sus vidas, desde el mismo momento en que supieron que iban a ser padres.

En ocasiones estas pérdidas no las respetamos y quedan como invisibles para el entorno, sin que seamos conscientes de la dimensión del dolor de estos padres que estaban construyendo con mucho amor e ilusión y forma de vida para recibir a su bebé. Son pues, una dura e ingrata experiencia en la que nada volverá a ser igual que antes. Y por esta razón el duelo por una pérdida perinatal es un duelo apartado e encubierto porque no suelen ser duelos reconocidos socialmente ni públicamente expresados. La sociedad no está preparada para sostener un sufrimiento así y nos es muy complicado aceptar estos duelos. Y es entonces cuando intentamos decir frases absurdas de condolencia o influir a los padres apenados a que lo superen cuanto antes y consolar lo que no es consolable y nada recomendable en estas situaciones.

Afrontar un duelo de un hijo fallecido, una perdida gestacional, un aborto o una muerte perinatal significa pasar por estados anímicos muy críticos y cambiantes, y con la desorganización y descontrol que  ello supone. Y se debe realizar un gran esfuerzo de adaptación para la nueva situación ya que sentimos que una parte de nosotros, también ha muerto.

Así que sería necesario que estos padres reciban un trato y apoyo sensible y amoroso a su experiencia de pérdida, en el que se manifieste flexibilidad y se puedan cubrir sus propias necesidades individuales, espacios de comprensión y escucha, se favorezcan la creación de recuerdos especiales y poder compartir sus sentimientos. Efectuar rituales de despedida y de recuerdo, darles sus lugares en nuestros corazones a estos hijos, poder hablar a nuestros otros hijos de estos, darles un lugar en la familia, poder hablar de ello en la pareja en la familia y con los seres que queremos, poder llorarles, poder sentir que existieron, poder sentir nuestro dolor y también poder sentir nuestro amor hacia ellos, poder acompañarnos de alguien (terapeuta, grupo de duelo, familia, pareja)para transitar el proceso si lo necesitamos, todo ello es el mayor acto de respeto y superación del duelo.

«En el proceso de duelo, uno siente dolor de cuerpo, y dolor del alma; Nos duele el pasado, el presente y el futuro”.

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